Actualmente, la agricultura se enfrenta a nuevos retos y amenazas, principalmente relacionados con cuestiones medioambientales y climáticas. En el caso concreto de la viticultura, según la Organización Internacional de la Viña y el Vino, la UE es el primer productor y exportador mundial de vino y abarca la mayor superficie de viñedos del mundo (38%), lo que representa el 20% del empleo agrícola total de la UE (compuesto principalmente por pequeños productores).
Los impactos ambientales principales asociados con la producción de uva provienen del uso intensivo de pesticidas; de la altísima variabilidad de fertilizantes; y del consumo de energía relacionado con la aplicación de fertilizantes y pesticidas y para el riego, la poda y el laboreo, que normalmente se realizan con tractores diésel. La normativa de la UE pone de manifiesto la gran necesidad de reducir los plaguicidas (por ejemplo, el reciente reglamento de la UE de 13 de diciembre de 2018 restringe el uso de productos fitosanitarios que contengan plaguicidas de cobre para minimizar su acumulación en el suelo y la exposición de organismos no objetivo).
El impacto del calentamiento global en las regiones europeas vitivinícolas es cada vez mayor, cosa que puede acabar transformando vastas porciones de la cuenca mediterránea en áreas no aptas (más cálidas) para la producción de uva en 2050. En particular, los cambios en las temperaturas y la humedad pueden aumentar la presencia de plagas y enfermedades a medida que sus límites de temperatura se desplazan hacia los polos.
En este contexto, los viñedos pueden necesitar muchos insumos externos (agua, pesticidas y fertilizantes) para reducir los factores del estrés biótico y abiótico y garantizar la producción de uva. Además, hay que tener en cuenta que el uso intensivo de fertilizantes contribuye significativamente a la producción de amoníaco y a los fenómenos de eutrofización.
La mayoría de los viñedos de la UE siguen empleando hoy una gestión agronómica tradicional y no se han visto impulsados de forma significativa por la tecnología. El incremento de la importancia de aspectos relacionados con, por un lado, cuestiones medioambientales relacionados con la producción del vino y, por otro, la relación entre la salud y la calidad del vino, están fomentando la práctica de estrategias agronómicas alternativas, que en el mundo del vino se dirigen hacia una transformación que incorpore la Agricultura de Precisión (AP) aplicada a la viticultura. El objetivo es ganar en eficiencia, en productividad y, sobre todo, en calidad del vino.
Las nuevas tecnologías pueden ayudar a los viticultores en el proceso de toma de decisiones para adaptar el modo de producción en sus viñedos utilizando nuevos dispositivos (sensores, robots y drones) y técnicas digitales para supervisar y optimizar los procesos de producción agrícola. Por el momento, se ha avanzado mucho en el desarrollo de la AP y su mercado está plenamente asumido por el sector y los inversores, pero aún no se ha aprovechado todo su potencial.
En este contexto, WINEgROVER representa una solución integral rentable basada en la implantación de un nuevo sistema de AP desarrollado en un proyecto de I+D anterior. Las acciones de implementación propuestas permitirán monitorizar el viñedo a lo largo de todo el ciclo vegetativo de las plantas e intervenir en las fases de riego y aplicación de pesticidas y nutrientes, con el fin de aumentar la usabilidad ambiental del viñedo limitando y optimizando los inputs de producción de uva (pesticidas, fertilizantes, agua y combustible).
La reducción en el uso de los plaguicidas, de los fertilizantes minerales (con la consiguiente reducción del amoníaco) y de las emisiones de gases y de partículas serán los principales objetivos a alcanzar para limitar el impacto en el medio ambiente, en la salud y en la calidad del aire.